Eva Baltasar: «Vamos hacia una sociedad cada vez más medievalizada»>

Se quedó a las puertas del Booker y de hacer historia como la primera autora en subir al podio con una novela escrita en catalán, pero Eva Baltasar (Barcelona, 1978) sigue a lo suyo y, después del tríptico sobre la maternidad, la soledad y el deseo formado 'Permagel', 'Boulder' y 'Mamut', regresa con 'Ocaso y fascinación' (Random House; 'Ocàs i fascinació' en la edición original publicada por Club Editor), novela que explora lo que sucede cuando el pacto social se hace trizas. O por afinar, lo que ocurre cuando una mujer de 27 años se queda sin casa y sin trabajo, acaba durmiendo en la calle y renace, o algo parecido, como mujer de la limpieza. —Con 'Ocaso y fascinación' pasamos de la maternidad y el deseo del tríptico a la precariedad y la intemperie.—La intemperie era algo que ya estaba en 'Permagel', 'Boulder' y 'Mamut'. Uno de los hilos que recorría los tres libros era la incomodidad y, al final, incomodidad e intemperie están muy cerca. La maternidad era algo que quería matar, y así lo he hecho, simbólicamente, con una frase al final. Porque era uno de los temas, sí, pero desde fuera la lectura se centró mucho en eso, y estaba un poco cansada de hablar del tema. —Entonces, ¿es esta novela una reacción a todo lo anterior?—No. De hecho, la idea era encontrar otra voz que me sedujera, que es lo que había hecho con el tríptico. Lo que sí que tenía claro es que quería que fuese una mujer de la limpieza.—¿Por qué? ¿Qué le permitía explicar?—La facilidad con la que dejas entrar en casa a una persona que no es de tu clan. Yo misma trabajé como mujer de la limpieza cuando estaba en la universidad: tenía un trabajo de camarera muy precario y, como limpiar era algo que hacía bien, empecé a poner cartelitos y, como dice ella, a entrar 'en las casas de los otros'. Era un trabajo duro, pero me permitía organizarme los horarios, cobraba más que de camarera, y descubría las vidas privadas de la gente dentro de la casas. Así que desde el principio siempre quise que fuese una mujer de la limpieza especial, no como yo, que era muy aburrida.—¿No hacía como ella, que trabaja dos horas y descansa una?—No (ríe); yo trabajaba todas, pero descubría cosas curiosas, aunque nunca pensando en hacer una novela.—La narradora tiene 27 años, una carrera y un trabajo y, sin embargo, acaba viviendo en la calle.—Es que ahora hay esa sensación de que el cristal que separa el mundo de la seguridad de la intemperie es muy frágil. Lo que treinta años atrás podía ser gradual, primero perdías el trabajo, tenías problemas familiares, al final no podías pagar la casa… Ahora ya vives de forma muy precaria. Compartes piso con desconocidos y de un día para otro te encuentras en la calle. Los trabajos son tan precarios que puedes comprar comida, pero no pagar un alquiler. En una ciudad grande como Barcelona, el precio de la vivienda es prohibitivo.—La novela llega en el momento justo, con los precios no ya de los pisos, sino de las habitaciones, por las nubes. La promoción se hace sola, vamos.—Como escritora me veo como síntoma de mi época, y hablo de lo que a mí también me incomoda, pero sin la voluntad de ir a buscar un tema y profundizar. Me he encontrado con este personaje y es tan evidente que su vida es precaria que lo muestro. Pero yo escribo para mí, y eso me da mucha libertad.—Con todo, sí que tiene un componente, aunque sea involuntario, de novela social.—Lo tiene, sí, aunque quizá la próxima es todo lo contrario. Me muevo por instinto y me interesaba ir hacia aquí. Tiene ese punto social pero el personaje sigue siendo alguien muy solitario.—Llama la atención, de hecho, que no tiene entorno familiar ni red de amistades.—Siempre digo lo mismo: yo empecé a hacer amigos a los 40 años. Antes no tenía. Ni uno. Y quiero pensar que hay más gente así. O que tienen familia pero no se hablan. De ahí la importancia de Trudi, esa mujer que le tiende la mano de manera altruista.—En la novela, la narradora viaja del ocaso a la fascinación. Del fondo del pozo a un sorprendente renacimiento espiritual.—Para mí la fascinación ha sido la manera de matar la maternidad. También la manera de mostrar esa idea de que vamos a una sociedad cada vez más medievalizada, con una casta de unos pocos escogidos que lo controla todo y una masa de población cada vez más homogénea y empobrecida. Y con mucha violencia, física también, que lo atraviesa todo. A través de la escritura puedes convertir en catártico algo destructivo.Eva Baltasar, poco antes de la entrevista INÉS BAUCELLS—Como la protagonista, también usted durmió un par de noches en la calle—Sí, pero no es comparable, ni mucho menos. Yo fui a hacer un Erasmus a Berlín, había reservado una habitación por fax y cuando llegué me dijeron que no habían recibido nada y que el albergue estaba lleno. Era de noche, no me funcionaba la tarjeta y decidí pasar la noche al raso en una estación... https://www.abc.es/cultura/libros/eva-baltasar-vamos-sociedad-vez-medievalizada-20240430135312-nt.html

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