¿Existió la estrella de Oriente?
Una estrella de Oriente atraviesa siglos, tradiciones, literatura bíblica y creencias y a pocos días que la evoquemos surcando el cielo guiando a los Reyes Magos se nos aparece con interrogantes astrofísicos a resolver. La luz fugaz que un día se dibujó en el oeste de un antiguo cielo con un fulgor que marcó un itinerario mágico nos invita a la duda científica: ¿Qué fue aquella luz? ¿Existió realmente algo parecido?¿A qué se refería san Mateo cuando tan precisa y preciosamente la describió?
El enigma lleva siglos suspendido en el aire. Corría el 1600 cuando el matemático y físico alemán Johannes Kepler, descubridor de las leyes sobre el movimiento de los planetas, investigó sobre la famosa estrella de Belén sin encontrar explicación. Años antes, Giotto había pintado el misterioso objeto en uno de sus cuadros más famosos reconvirtiendo la estrella típica en una gran bola de fuego, intentando teorizar con su arte sobre la base real del objeto cósmico.
Así han ido pasando a lo largo de la historia diversas tesis: podría haber sido una supernova, una explosión estelar tremendamente energética o podría también haber sido un cometa. Las teorías han sido refutadas: de haber sido una nova se habrían encontrado huellas y de cometas solo habría podido ser el Halley y los años de su paso tampoco cuadran.
El astrónomo de la Universidad de Canarias, Mark J.Kidger, blandía hace poco una teoría convincente que hace referencia a una triple conjunción planetaria entre Júpiter y Saturno. Al parecer, ambos se alinearon en tres ocasiones en el año 7 a.C y en una de estas, Marte también se les acercó. Este fenómeno tan singular habría llamado la atención de los astrónomos del momento, que además podrían haber visto cómo esta alineación se producía sobre la constelación de Piscis, de gran importancia para el pueblo judío. Todo en condicional, pero todo posible.
Hace unos días tuve el placer de entrevistar a Ann Druyan, escritora, productora de televisión y viuda del inolvidable Carl Sagan, creador de la saga Cosmos, a quien sus constantes preguntas le guiaron cual estrella hacia una ciencia precisa y a la vez divulgativa. Druyan acaba de recibir el Premio Nat del Museu de Ciències Naturals de Barcelona y hablando con ella sobre educación, ciencia y verdades inapelables, desde sus geniales 75 años, decía: “Pediría a los padres que dejen a sus hijos pequeños salir una noche solos, con su profesor, al bosque, fuera de las luces de la ciudad. Y que ahí miren durante horas la belleza que tenemos sobre nosotros: ¡oh, la vía láctea! ¿No es maravillosa esta visión? ¿No es tal vez la más elocuente que podemos tener?”.
A punto de recibir el Año Nuevo, brillante pero a la vez parpadeante como las luces callejeras, con anhelos pero también con incertezas sobre nuestro planeta y su devenir, ¿no podríamos pedirle al año más observación, más calma y más ciencia?
Nunca sabremos si en el inicio de la era cristiana hubo estrella de Belén; pero es una certeza que vistos desde la vía láctea somos polvo de estrellas habitando un pálido punto azul. La ciencia nos ofrece una nueva visión. “Cada uno de nosotros es una preciosidad, en una perspectiva cósmica. Si alguien discrepa de tus opiniones, déjalo vivir. En un trillón de galaxias, no hallarías otro igual”, dijo Sagan.
Viva la vida, el planeta, la ciencia, la tradición, la verdad y las estrellas. Feliz Año Nuevo.
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