Adiós al escultor Joel Saphiro, el maestro máximo

La primera frase que me lanzó, como un dardo, fue: «Por favor, no me llame minimalista ». Estaba, como pude comprobar, harto de ser considerado como uno de los minimalistas y no tenía ningún deseo de comulgar con las ruedas de molino del «menos es más» o, todavía peor, con la sentencia de Frank Stella que consolidó la estética de obviedad: «lo que ves es lo que ves». Joel Shapiro (1941) fue, en todos los sentidos, «asimilado» por aquellos planteamientos hiper-sintéticos que intentaron poner freno tanto a la gestualidad abstracta (canonizada desde el mito del «dripping» de Pollock y academizada con la teoría de la planitud de Greenberg) como a la sedimentación de la cultura del consumo en la especularidad del Pop (con la actitud vampírica de Warhol que era una suerte de Don Trancredo neoyorquino con un extraño magnetismo para los frikis). Las primeras piezas de Shapiro, con una simplicidad geométrica estricta, facilitaron la lectura en clave minimal, en sintonía con los suelos metálicos de Carl André o las «objetos específicos» de Donald Judd que tampoco se sentía nada cómodo con la etiqueta que recibían.Realizó exposiciones en algunos de los grandes centros internacionales, desde el Whitney de Nueva York , al Stedelijk de Ámsterdam, el Walker de Minneapolis, la Whitechapel de Londres o la azotea del Metropolitan con vistas a Central Park. En España se pudo disfrutar en 1990 en el IVAM de una magnífica muestra de este creador y, por recurrir sin rubor a la anécdota personal, yo descubrí su obra en la referencial muestra 'Entre la geometría y el gesto. Escultura norteamericana 1965-1976' que se presentó en 1986 en el Palacio de Velázquez del Retiro. Más recientemente, la galería Cayón trabajó con este artista y presentó en sus espacios de Menorca y Madrid en 2022 una muestra impresionante. Sus volúmenes coloreados, suspendidos o en equilibro demostraban que ahí no se buscaba la experiencia del «menos» sino, al contrario, el «conatus» de la energía vital que aspira a lo «máximo».HospitalidadJoel Shapiro asumía las cuestiones fenomenológicas, tan importantes en su generación, pero también introducía preocupaciones psicológicas y, sobre todo, simbólico-narrativas. Un elemento que convirtió en «emblemático» fue la casita , sin puertas ni ventanas, pero capaz de generar una atmósfera de ternura o, mejor, de hospitalidad. No estaba dispuesto a caer en la ortodoxa separación entre lo abstacto y lo figurativo; jugaba, con una sutileza y contundencia admirable, con las escalas, manteniendo, en todo momento, una elegancia escultórica infrecuente. El espacio, en las composiciones de Shapiro, estaba dinamizado, nos ofrecía precarios equilibrios, alegorizando acaso la dinámica de la existencia. Reviso, ahora que recibo la noticia de la muerte de este artista con dinámico y coherente, imágenes de sus obras y tengo la impresión de que las formas están danzando, como si hubiera un esquema antropológico en sus esculturas y un anhelo constante de maximizar la existencia, renunciando a los pedestales, sugiriendo que, en muchas ocasiones, menos puede no ser suficiente. https://www.abc.es/cultura/adios-escultor-joel-saphiro-maestro-maximo-20250616172234-nt.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

Quién torea hoy, domingo 1, en las Ventas de Madrid por la Feria de San Isidro: cartel, horario y dónde ver gratis en televisión y online