Juegos infantiles

En la alfombra blanca del Parque Nacional Wapusk, en Canadá, dos cachorros de oso polar juegan en la nieve mientras su madre descansa. Rodando entre el polvo helado, se persiguen, se muerden sin hacerse daño y ensayan los movimientos que algún día les servirán para cazar, defenderse y sobrevivir. Estos cachorros están empezando un largo viaje hacia la bahía de Hudson, donde su madre podrá cazar focas a través del hielo. Hasta entonces, se alimentan de la grasa almacenada en su cuerpo y dependen completamente de ella para mantenerse calientes y seguros.

El juego, en los mamíferos, es mucho más que entretenimiento. En especies como el oso polar (Ursus maritimus), sirve para desarrollar la musculatura, afinar los reflejos y aprender límites sociales. Cada zarpazo fingido y cada caída forman parte de un entrenamiento vital para su futuro en el Ártico, que para estos pequeños no está asegurado. El deshielo y la pérdida de plataformas de caza amenazan el equilibrio de esta especie. Pero hoy, al menos por un rato, solo hay juegos y la ilusión de una infancia polar.

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