¿Qué pasaría si Barcelona llegase a los 50 grados?

Imagina que el asfalto comienza a ondular como si respirara, que el aire quema al respirar y que el Mediterráneo, antes azul y refrescante, se convierte en una masa caliente que ya no mitiga sino amplifica el calor. Barcelona podría afrontar en el futuro cercano una amenaza impensable hace solo una década: alcanzar los 50 grados centígrados. 

No es un guion de ciencia ficción ni una advertencia exagerada de un activista climático. Es un escenario tan plausible que el propio Ayuntamiento de la ciudad ha decidido anticiparse y prepararse. Esta semana se realiza un simulacro inédito para ensayar la respuesta de Barcelona a un episodio de calor extremo sin precedentes.

El ejercicio, coordinado por la Unidad Municipal de Gestión de Riesgos Climáticos, busca estudiar qué tan cerca están los servicios públicos, los hospitales, las residencias y la red de transporte de su punto de colapso térmico. 

¿Qué ocurre cuando el asfalto supera los 60 grados y los trenes dejan de funcionar por dilatación de rieles? ¿Cómo se enfría una ciudad que ha sellado la tierra bajo toneladas de cemento? ¿Cuánto resiste un cuerpo humano antes de sucumbir a la hipertermia, especialmente los más vulnerables?

Proyección hacia el 2050

Las proyecciones no son alentadoras. Según datos del Barcelona Supercomputing Center y la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), el cambio climático está empujando las temperaturas medias hacia arriba a una velocidad que dobla las estimaciones previas. 

Barcelona podría rozar los 50 °C en eventos extremos antes de 2050, especialmente si las emisiones globales no se reducen de forma drástica. La ciudad ya ha batido récords: 38,8 °C en el aeropuerto del Prat en 2022. No es difícil imaginar un futuro donde esa cifra quede atrás.

Salud pública

Uno de los elementos más alarmantes de este simulacro tiene que ver con el impacto en la salud pública. La exposición continuada a temperaturas extremas puede provocar desde golpes de calor hasta fallos multiorgánicos, pasando por un aumento significativo en las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. 

Las personas mayores, los niños y los enfermos crónicos son especialmente vulnerables. Estudios recientes han demostrado que el calor ya está detrás de un incremento de la mortalidad estival en Europa, especialmente en zonas urbanas densas como Barcelona

Infraestructuras

Otro aspecto crítico es la respuesta de las infraestructuras. El calor extremo puede deformar vías férreas, sobrecargar subestaciones eléctricas y poner a prueba la capacidad de los sistemas de climatización. 

Según expertos del Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña, si el consumo energético se dispara para hacer frente a la demanda de aire acondicionado, no solo podrían fallar los sistemas, sino que el coste para los hogares más pobres se volvería insoportable, exacerbando la desigualdad social en la ciudad.

La planificación urbana también entra en crisis: los árboles urbanos apenas pueden compensar la radiación acumulada en las calles sin sombra; los parques son cada vez más secos; el agua, más escasa. La arquitectura mediterránea, pensada para tiempos más suaves, se muestra ineficiente frente a este nuevo enemigo invisible pero abrasador.

Además, si bien el simulacro tiene un claro objetivo preventivo, también funciona como mensaje simbólico: hacer visible un futuro que muchos aún perciben como remoto. Porque la lucha contra el cambio climático no solo se libra en conferencias internacionales. Se libra también, y sobre todo, en las ciudades. 


https://www.nationalgeographic.com.es/medio-ambiente/que-pasaria-si-barcelona-llegase-50-grados_25390

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